Esta semana he tenido que hacer algunos trámites en oficinas de administración pública (de esos que no gustan pero que hay que aceptar) y también ahí he tenido la oportunidad de aprender.
Me he topado con las dos caras de la amabilidad, es decir, una persona muy amable que me ha indicado lo que tenía que hacer, y otra que ha hecho su trabajo de forma mecanizada y no ha hecho uso de su amabilidad, que no dudo también lleva en su interior pero que no siempre sabemos darle uso.
¿No te pasa que agradeces mucho una sonrisa de detrás de un mostrador; la ayuda desinteresada de una persona que llega a acompañarte hasta ese lugar que no encontrabas; esa persona que amablemente te aguanta esa puerta que se va a cerrar ante tu nariz?
Nos hace sentir felices y agradecidos cuando recibimos un trato con respeto y amabilidad. Cuando te sientes perdido, cuando no sabes que decir, y buscas esa mirada cómplice que se de cuenta que te sientes desorientado y te echa un capote. Es más agradable esto que cuando ves a personas automatizadas, que ni siquiera te miran, con su semblante serio y que no te ofrecen ninguna oportunidad a regalarle una sonrisa, un gracias a los ojos,... Es más agradable ser y recibir amabilidad que ver a personas que se gritan, se humillan y rompen cualquier esquema de respeto.
Debemos tomar conciencia de que no cuesta tanto ser amable y que cuando lo hacemos nos enriquecemos y estamos poniendo nuestro aporte a un mundo más agradable.
Valora tu vida, valora como quieres que te traten, como puedes colaborar tú para construir un mundo mejor, dando a los valores la importancia que merecen.
Y hazlo de forma común, que forme parte de tu vida y que salga de una forma natural y fluida de ti.
A veces puede parecer más fácil vomitar nuestro mal humor y frustraciones en los demás, más que escucharnos y gestionar nuestras emociones.
Los pequeños detalles pueden llegar a producir grandes efectos. Si la sociedad nos está mostrando la pérdida de todas esas cosas, tú tienes el deber de respetarte y mantener tus principios.
"La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas" S. Freud
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